ANACREONTE
POEMAS
A MÍ MISMO
Están grises ya mis sienes,
Mi cabeza es cana y viejos son mis dientes: ya no tengo
Mi agradable juventud.
De la vida más sabrosa
Me quedó no mucho tiempo:
Por lo cual sollozo, a veces,
Mucho al Tártaro temiendo.
Porque horrible es la caverna
De Plutón, y trabajoso
El descenso; y quien desciende,
No podrá nunca subir.
A UNA CIGARRA
Muy dichosa te juzgarnos,
Oh cigarra, que en las copas
De las plantas, abrevada
Con un poco de rocío,
Cantas como un soberano.
Porque todo en torno es tuyo,
Lo que miras en los campos,
Lo que llevan las florestas:
Tú, el amor del campesino,
Pues no dañas a ninguno.
Los mortales te saludan
Dulce heraldo del estío:
Y te quieren, pues, las Musas
Y te quiere el mismo Apolo,
Quien te daba un canto agudo.
A LAS MUJERES
Naturaleza ha dado
A los toros los cuernos,
Cascos a los caballos,
Pie veloz a las liebres.
Un abismo de dientes
A los leones, alas
A las aves, aletas
A los peces y modo
De pensar altamente
A los hombres: ¡Y nada
quedaba, entonces, para
las mujeres! . . .¿Qué darles?
¡Pues, la belleza!. . . En vez
En todos los escudos
y de todas las lanzas. . .
Siendo así que podría,
Cualquier mujer hermosa,
Vencer el hierro y el fuego.
Referencia: Crema, E. (s/f). La poesía de Anacreonte. PDF. Recuperado de: file:///C:/Users/Server/Downloads/5623-13747-1-PB%20(3).pdf
CAYO VALERIO CATULO
Poemas
III
Afligíos, oh venus y cupidos
y todo el que venere la belleza:
que ha muerto el pajarillo de mi niña;
pajarillo, delicia de mi niña,
a quien mas que a sus ojos ella amaba,
pues como era como miel, la conocía
tanto como a su madre una muchacha,
y no se separaba de sus faldas,
que saltando de un lado para otro
piaba si cesar sólo a su dueña.
Ahora sigue el camino de las sombras,
allá de donde, dicen, nadie vuelve.
Mas malditas seáis, malas tinieblas
del Orco que lo bello devoráis:
tan bello mi pajarillo me robasteis.
Mi pobre pajarillo. ¡qué desdicha!,
Por ti ahora los ojos de mi niña
están rojos e hinchados de llorar.
V
Vivamos, Lesbia mía, y amemos;
los rumores severos de los viejos
que nos valga ni un duro todos juntos.
Se pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
sola noche sin fin de dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego cientos,
después mil otra vez, de nuevo cientos,
luego otros mil aun, y luego cientos…
Después, cuando sumemos muchos miles,
Confundamos la cuenta hasta perderla,
Que hechizarnos no pueda el envidioso
IX
VERANIO, de entre todos mis amigos
el primero aunque fueran muchos miles,
¿has vuelto a casa junto a tus penates,
tu anciana madre y tus buenos hermanos?
Has vuelto. ¡Para mí qué gran noticia!,
pues sano te veré y oiré de Iberia
contar historias, pueblos y lugares,
como haces siempre, y tomándote el cuello,
tu alegre boca besare y tus ojos.
Oh. De todos los hombre más felices
¿quién más feliz que yo? ¿quién más dichoso?
Referencia: Rodríguez, J. (1991). Catulo Poesía completa. Madrid: Ediciones Hiperión
ALCEO
Poemas
Destella la enorme mansión con el bronce;
Y está todo el techo muy bien adornado
Con refulgentes cascos, y de ellos
Cuelgan los albos penachos de crines
De caballo, que engalanan el arnés
De un guerrero. De ganchos que ocultan
Que están enganchadas las grebas brillantes
De bronce, defensas del más duro dardo,
Los coseletes de lino reciente
Y cóncavos escudos cubren el suelo.
Junto a ellos están las espadas de Cálcide,
Y muchos cintos y casacas de guerra.
Ya no es posible olvidarnos de eso,
Una vez que a la acción nos hemos lanzado.
38 V
Oh Melanipo, bebe conmigo y emborráchate.
¿Qué piensas? ¿Ver de nuevo la clara luz del sol,
Atravesado ya el voraginoso
Aqueronte? No aspires a tan altas hazañas.
Pues también el eólida rey Sísifo, el más sabio
de todos, afirmaba haber huido a la muerte.
Y, astuto como era, pasó el voraginoso
Aqueronte dos veces, por obra de las Keres.
Mas a llevar gran tormento bajo la negra tierra
lo condenara el Crónida. Anda, olvídate de eso.
No más que ahora jóvenes seremos
para gozar aprisa de cuanto un dios nos traiga.
140 V
Resplandece el gran templo con el bronce
y, en honor de Ares, el tejado entero
ornado está con relucientes yelmos
de los que penden blancos penachos de caballo,
honor de las cabezas varoniles.
Y ocultan a los clavos las broncíneas
grebas, puestas en torno,
defensa del venablo poderoso.
Hay corazas de lino nuevo,
y escudos cóncavos tirados,
y a su lado espadas de cálcide,
muchos ceñidores y túnicas.
No conviene olvidarse de esas cosas,
lanzados como estamos a esta empresa.
Referencia: Ávila, Fausto. Poemas de Alceo de Mitilene. Recuperado de: http://faustomarcelo.blogspot.com/2016/07/poemas-de-alceo-de-mitilene.html
AYOCUAN CUETZPALTZIN
Poemas
¡QUE PERMANEZCA LA TIERRA!
¡Que permanezca la tierra!
¡Que estén en pie los montes!
Así venía hablando Ayocuan Cuetzpaltzin.
En Tlaxcala, en Huexotzinco.
Que se repartan
flores de maíz tostado, flores de cacao.
¡Que permanezca la tierra!
Referencia: León, M. (2016). Trece poetas del mundo azteca. Históricas digital. Recuperado de: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trece_poetas/04_11_poetas10.pdf
CANTO EN LOOR DE HUEXOTZINCO
Asediada, odiada sería la ciudad de Huexotzinco,
si estuviera rodeada de dardos.
Huexotzinco circunda de espinosas flechas.
El timbal, la concha de tortuga repercuten en vuestra casa,
permanecen en Huexotzinco.
Allí vigila Tecayehuatzin,
el señor Quecéhuatl,
allí tañe la flauta, canta,
en su casa de Huexotzinco.
Escuchad:
hacia acá baja nuestro padre el dios.
Aquí está su casa,
donde se encuentra el tamboril de los tigres,
donde han quedado prendidos los cantos
al son de los timbales.
Como si fueran flores,
allí se despliegan los mantos de quetzal
en la casa de las pinturas.
Así se venera en la tierra y el monte,
así se venera al único dios.
Como dardos floridos e ígneos
se levantan tus casas preciosas.
Mi casa dorada de las pinturas,
¡También es tu casa, único dios!
Referencia: León, M. (2016). Trece poetas del mundo azteca. Históricas digital. Recuperado de: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trece_poetas/04_11_poetas10.pdf
LAS FLORES Y LOS CANTOS
Del interior del cielo vienen
las bellas flores, los bellos cantos.
Los afea nuestro anhelo,
nuestra inventiva los echa a perder,
a no ser los del príncipe chichimeca Tecayehuatzin.
¡Con los de él, alegraos!
La amistad es lluvia de flores preciosas.
Blancas vedijas de plumas de garza,
se entrelazan con preciosas flores rojas.
en las ramas de los árboles,
bajo ellas andan y liban
los señores y los nobles.
Vuestro hermoso canto:
un dorado pájaro cascabel,
lo eleváis muy hermoso.
Estáis en un cercado de flores.
Sobre las ramas floridas cantáis.
¿Eres tú acaso, un ave preciosa del Dador de la vida?
¿Acaso tú al dios has hablado?
Tan pronto como visteis la aurora,
os habéis puesto a cantar.
Esfuércese, quiera mi corazón,
las flores del escudo,
las flores del Dador de la vida.
¿Qué podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
hemos brotado en la tierra.
¿Sólo así he de irme
como las flores que perecieron?
¿Nada quedará de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la tierra?
¡Al menos flores, al menos cantos!
¿Qué podrá hacer mi corazón?
En vano hemos llegado,
hemos brotado en la tierra.
Gocemos, oh amigos,
haya abrazos aquí.
Ahora andamos sobre la tierra florida.
Nadie hará terminar aquí
las flores y los cantos,
ellos perduran en la casa del Dador de la vida.
Aquí en la tierra es la región del momento fugaz.
¿También es así en el lugar
donde de algún modo se vive?
¿Allá se alegra uno?
¿Hay allá amistad?
¿O sólo aquí en la tierra
hemos venido a conocer nuestros rostros?
Referencia: León, M. (2016). Trece poetas del mundo azteca. Históricas digital. Recuperado de: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trece_poetas/04_11_poetas10.pdf
TOCHIHUITZIN COYOLCHIUHQUI
POEMAS
VINIMOS A SOÑAR
Así lo dejó dicho Tochihuitzin,
Así lo dejó dicho Coyolchiuhqui:
De pronto salimos del sueño,
sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto,
que vinimos a vivir sobre la tierra.
Como yerba en primavera
es nuestro ser.
Nuestro corazón hace nacer, germinan
flores de nuestra carne.
Algunas abren sus corolas,
luego se secan.
Así lo dejó dicho Tochihuitzin.
Referencia: “13 poetas del mundo náhuatl que todo mexicano tiene que leer” (2016). Recuperado de: https://matadornetwork.com/es/poetas-del-mundo-nahuatl/
EL SUEÑO DE UNA PALABRA
Y ahora, oh amigos,
oíd el sueño de una palabra:
Cada primavera nos hace vivir,
la dorada mazorca nos refrigera,
la mazorca rojiza se nos toma un collar.
¡Sabemos que son verdaderos
los corazones de nuestros amigos!
Referencia: León, M. (2016). Trece poetas del mundo azteca. Históricas digital. Recuperado de: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trece_poetas/04_11_poetas10.pdf
PRINCIPIO DEL DIÁLOGO
¿Dónde andabas, oh poeta?
Apréstese ya el florido tambor,
ceñido con plumas de quetzal,
entrelazadas con flores doradas.
Tú darás deleite a los nobles,
a los caballeros águilas y tigres.
Bajó sin duda al lugar de los atabales,
allí anda el poeta,
despliega sus cantos preciosos,
uno a uno los entrega al Dador de la vida.
Le responde el pájaro cascabel.
Anda cantando, ofrece flores.
Nuestras flores ofrece.
Allá escucho sus voces,
en verdad al Dador de la vida responde,
responde el pájaro cascabel,
anda cantando, ofrece flores.
Como esmeraldas y plumas finas,
llueven tus palabras.
Así habla también Ayocuan Cuetzpaltzin,
que ciertamente conoce al Dador de la vida.
Así vino a hacerlo también
aquel famoso señor
que con ajorcas de quetzal y con perfumes,
deleitaba al único Dios.
¿Allá lo aprueba tal vez el Dador de la vida?
¿Es esto quizás lo único verdadero en la tierra?
Por un breve momento, por el tiempo que sea,
he tornado en préstamo a los príncipes :
ajorcas, piedras preciosas.
Sólo con flores circundo a los nobles.
Con mis cantos los reúno
en el lugar de los atabales.
Aquí en Huexotzinco he convocado esta reunión.
Yo el señor Tecayehuatzin,
he reunido a los príncipes:
piedras preciosas, plumajes de quetzal.
Sólo con flores circundo a los nobles.
Referencia: León, M. (2016). Trece poetas del mundo azteca. Históricas digital. Recuperado de: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trece_poetas/04_11_poetas10.pdf